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La
cristiandad latinoamericana ha sido reemplazada por una pluralidad de
culturas y espiritualidades. Se ha ido desmoronando cada arrogante religión
que descalifica a las demás. En el mercado global se intercambian
bienes materiales, diversiones, tecnologías, y también objetos
y símbolos religiosos. Todo este nuevo escenario nos plantea hondos
interrogantes. Aparecen rutas inéditas. Son asuntos que preocupan
tanto a las ciencias humanas como a las lecturas hechas desde la fe (y
éstas son alimentadas por las primeras).
El terreno de las religiones es accidentado y disparejo. Caminamos con
dificultad. En medio de ambivalencias y obstáculos, existen rutas
abiertas hacia Dios. El fecundo dialogo entre la fe cristiana y otras
religiones ofrece nuevas comprensiones de la Presencia amada por todas
las formas de creer. También reapreciamos nuestra Tradición
judío-cristiana, que da inmensos aportes al dialogo, no desde poderes
sociales ni desde lo dogmático, sino desde la humilde verdad de
Dios que opta por la humanidad pobre.
Por otro lado, existen obstáculos y senderos intransitables; la
condición humana y el medio ambiente es afectado por fuerzas destructoras
y por falsos dioses. José Comblin ha subrayado lo idolátrico
al interior de las religiones. Algunas rutas religiosas no conducen hacia
Dios, sino más bien se desvían hacia idolatrías del
poder y del unilateral ego moderno y posmoderno. Ciertas categorías
teológicas -que pretenden ser doctrinas inmutables- resultan siendo
rutas cerradas, y por eso hay que abrir nuevas pistas teológicas
(esto sobresale en los aportes de Luiz Carlos Susin, Mario Pérez,
Luiza Tomita, José María Vigil, Marcelo Barros). Por eso,
con ojos críticos sopesamos tanto las religiones como nuestras
formas de hacer teología, ya que ellas a menudo desfiguran y ocultan
las fuentes de la Vida.
Durante los últimos cuarenta años, la teología latinoamericana
ha dialogado con la humanidad empobrecida, y ha respondido a sus clamores
a favor de la vida. Han brotado y crecido la reflexión indígena,
la feminista, la afroamericana, la ecoteología, y otras corrientes.
Hoy también se afianza el dialogo con las diversas búsquedas
religiosas del sentido de vivir. Ante los fascinantes desafíos
del pluralismo religioso en América Latina y el Caribe, la teología
de liberación va trazando unas líneas de interpretación.
A ello va dedicado éste segundo libro (que forma parte de la serie
de cinco volúmenes programados por ASETT).
Al disfrutar los densos capítulos de este libro, la persona lectora
va encarando las cuestiones básicas del acontecer cristiano y las
religiones. En cuanto a comunidades y personas ¿qué somos,
y desde dónde y cómo dialogamos? El Evangelio que opta por
la vida no es representado por funcionarios de un cristianismo omnipotente,
pero sí lo es por quienes dan testimonio del Evangelio y a la vez
se enriquecen al dialogar con gente de otras tradiciones espirituales.
En cuanto al terreno del diálogo, no se trata de comparar fórmulas
y creencias, sino más bien de contribuir (a partir de diferentes
convicciones y símbolos) hacia el bienestar de la humanidad que
polifacéticamente invoca a Dios. También hay que encarar
modos de caminar juntos -metodologías del diálogo entre
religiones-, reconociendo nuestras diferencias, creciendo gracias a ellas,
y encarando limitaciones y desviaciones en cada trayectoria religiosa.
A mi parecer, no se trata de hacer una lectura unilateral -desde principios
cristianos hacia ambivalentes religiones humanas- ni una lectura dicotómica
-en la que lo teológico provendría de la fe, y lo religioso
sería un producto humano-. Más bien se trata de mutuas interpelaciones
que permiten ahondar la fe de cada comunidad participante, compartir las
responsabilidades por la liberación humana, y, también entretejer
místicas del silencio y del servicio (que han sido recalcadas por
Paul Knitter).
También vamos precisando el sentido y finalidad de la reflexión
teológica en torno a las formas religiosas que cultivamos como
pueblos. Tomando en cuenta la globalización que asedia las culturas/religiones
locales, éstas tienen que ser reconstruidas. A ello contribuye
la hermenéutica bíblica atenta al pluralismo social y religioso
(como lo presentado por Jorge Pixley y Marcelo Barros). En términos
teológicos, la meta no es que las religiones den vuelta sobre sí
mismas, sino que cada grupo humano sea fiel a Dios y al prójimo.
Como lo propuso Dom Pedro Casaldáliga (al prologar el primer volumen
de esta serie de publicaciones): el diálogo entre religiones tiene
como objetivo “la causa de Dios que es la propia humanidad y el
universo”. Tal causa de Dios conlleva la liberación humana
y cósmica.
Entonces, no se trata de religiones que se miran unas a otras y hablan
sobre sus asuntos internos. ¡Tal actividad sería narcisista!
Tampoco podrían ponerse por un lado la teología de las religiones
y por otro lado las teologías de liberación, y conversar
entre sistemas conceptuales. Más bien el diálogo que nos
interesa es entre personas, comunidades, procesos humanos, entre espiritualidades/religiones,
que van orientadas hacia la liberación integral y mundial. Esto
es sustentado por los escritos de José María Vigil, y por
los capítulos de este libro. Vale añadir que se trata no
sólo de una emancipación social, ya que la liberación
conlleva vínculos humanos, y orar y contemplar a Dios, lo cual
va de la mano con la transformación histórica.
Ahora bien, en nuestro continente ¿qué pasos han sido dados?
¿De qué manantiales brotan vertientes de agua teológica
en diálogo con las religiones? Son varios manantiales que aquí
sólo los enumero. Por un lado contamos con lúcidos trabajos
sobre economía, religión, teología. Franz Hinkelammert,
Jung Mo Sung (y otros), desentrañan lo religioso dentro del mercado
totalitario. A sus absolutos se contraponen las propuestas del cristianismo
evangélico y su Dios de la Vida -sin excluir a nadie ni a nada-.
Por otra parte, existe mucha y honda reflexión teológica
en torno a la fe y religión del pueblo (desde los años 80
hasta el presente). Esto incluye discernir, gracias al Evangelio del Amor,
los caminos religiosos de la humanidad; como lo hace M. Barros en forma
orante e interpeladora: los muchos lenguajes y una única Palabra:
Amor. Para el caso de América Latina, con su gama de religiones
cristianas y sincréticas, el diálogo inter-religioso da
prioridad a dichas realidades.
En cuanto al renovador movimiento bíblico, no sigue pautas sectarias
y dogmáticas, y -entre otras cosas- está redescubriendo
lo religioso y las religiones. Aquí sobresale la labor de biblistas
feministas. Con respecto a la historia, CEHILA y otras instancias han
cambiado sus enfoques. Lo de las iglesias es ampliado hacia la fe y religiones
en la historia de nuestros pueblos. Otro gran factor ha sido la mística
y propuesta macroecuménica, explicitada por Casaldáliga
y por Vigil. A fin de cuentas, lo más importante es cada una de
las nuevas corrientes teológicas del continente: la indígena,
feminista, afroamericana, ecoteológica. Cada una tiene su metodología
y sus contenidos. Hay puntos en común debido a relaciones con las
fuentes de Vida, de parte de comunidades creyentes al servicio de la humanidad
que redescubre sus energías culturales y espirituales. Por lo tanto,
de muchas maneras se ha ido avanzando en la teología del pluralismo
religioso (tomando en cuenta logros en la reflexión anglo-sajona,
pero sin trasplantarlos a nuestros contextos).
Gracias a ese conjunto de manantiales, han brotado y crecido buenísimos
frutos y amables flores, en medio de espinas. Ello es anotado y argumentado
a lo largo de los capítulos de este libro. Se hace una lectura
teológica de las religiones, que son en parte mediaciones de vínculos
con lo Sagrado. Ellas también conllevan fundamentalismos, intolerancias,
idolatrías.
A continuación recalco grandes cuestiones abordadas en este libro:
universalidad de la Revelación, el monoteísmo cristiano,
la teología de la salvación, la obra de Cristo, nuestras
lecturas de las religiones.
La revelación cristiana tiene un significado universal reconocible
en las religiones y más precisamente en la corporeidad y vida del
“otro”, donde Dios se nos manifiesta (como lo indica Luiz
Carlos Susin). Esta perspectiva es universal y concreta; por eso Mario
Pérez habla de Dios en lenguaje totonaco y nahuatl, y reconoce
una presencia divina en el pueblo tolteca y su creencia en Quetzalcoatl.
Por su parte, un presbítero católico, Paulo Botas, participa
en la religión afro-brasilera donde se encuentra a Dios.
Otra gran cuestión es el monoteísmo cristiano. Este monoteísmo
no está circunscrito a una religión; más bien afirma
el verdadero Dios, liberador del pobre -como anota José Comblin-.
Tal comprensión de Dios es incompatible con el patriarcado y con
pautas sexistas y racistas -como advierte Luiza Tomita-. Varios capítulos
del libro sacan a luz factores políticos y filosóficos que
condicionan el discurso monoteísta; y también la problemática
fundamentalista que le suele acompañar. Por estos y otros motivos,
con una mirada crítica es examinado el monoteísmo, y de
modo positivo, es reafirmada la Trinidad del amor liberador, según
la tradición cristiana.
En cuanto a la teología de la salvación, ésta es
histórica y también conlleva sanación personal, cuidado
de la Tierra, y la plenitud de la vocación humana (según
lo anotado por Marcelo Barros). Únicamente somos salvados en el
Amor; y no lo somos por una religión tradicional ni por absolutos
y dioses modernos. En cuanto al cristianismo, no ofrece un bienestar sectario
a sus integrantes, sino que constituye un signo eficaz de la vida que
proviene de Dios -como ha subrayado José Comblin-. Hay que tener
presente que la salvación no proviene ni del cristianismo ni de
las religiones.
Esta perspectiva permite reconsiderar la persona y obra de Cristo. Se
camina más allá del parámetro inclusivista y cristo-céntrico
(en función de algún poder religioso). Más bien,
somos fieles al acontecimiento de Cristo, vivido en la Iglesia, al servicio
de la humanidad. Al respecto algunos ven la teología Latinoamérica
subordinada a fórmulas rígidas e inadecuadas. No ocurre
así en la reflexión feminista, reseñada por Luiza
Tomita, ni en el orante y lúcido aporte de Marcelo Barros (que
cariñosamente dice que discute con Dios, cuando de hecho discute
con quienes manipulan lenguajes cristocéntricos).
En cuanto a la teología del pluralismo religioso, ello requiere
primero un dialogo intra-cristiano, y en lo concreto de América
Latina nos conviene seguir sopesando los muchos cristianismos existentes
en nuestro continente. Luego prestamos atención a la palabra y
al Espíritu muy presentes en otras religiones -como indica M. Barros-,
desenvolviendo en términos teológicos lo ya vivido y comprendido
en comunidades indígenas y afroamericanas, y también en
la praxis feminista. A todo esto contribuye el dialogo al interior de
las personas y comunidades que han inculturado e inreligionado la fe cristiana.
Además, la lectura teológica de las religiones desentraña
lo idolátrico no en la religiosidad sino cuando una religión
pasa a ser un fin en sí mismo (como lo ha advertido J. Comblin).
Otras grandes cuestiones, sólo esbozadas en este libro, son la
pneumatología, y las precisiones cristológicas en términos
del Espíritu que afecta toda sociedad, cultura, religión
humana. Otro eje es la soteriología y la ética, subrayadas
por J. M. Vigil. El dialogo entre religiones y espiritualidades va dirigido
hacia la responsabilidad ética mundial que está, según
la mística del Evangelio, en sintonía con la opción
por el pobre.
Otra gran temática es la de los lenguajes de la fe; en este libro
es subrayada la relación con el otro, lo testimonial, la metáfora,
el símbolo. En cuanto a lo dogmático, vale reafirmar el
lenguaje de la Trinidad, que fundamenta el pluralismo. También
vale el lenguaje apofático que -según decía M. T.
Porcile- “rescata la perspectiva simbólica”.
No cabe duda que tenemos maravillosos y exigentes desafíos hacia
adelante. El volumen siguiente va a replantear la liberación gracias
a la pluralidad de formas de fe. Nuevos caminos son transitados, en la
teología latinoamericana, cuando la fe cristiana avanza de la mano
con las diversas religiones y espiritualidades humanas. Esto no es un
invento nuestro. Ya que Dios ha estado presente y continua caminando con
los pueblos de la tierra (con su gama de responsabilidades históricas,
culturales, religiosas), así también van avanzando las elaboraciones
teológicas.
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