Por los muchos caminos de Dios - II

Epílogo,
por Diego IRARRÁZAVAL

 

   
 

La cristiandad latinoamericana ha sido reemplazada por una pluralidad de culturas y espiritualidades. Se ha ido desmoronando cada arrogante religión que descalifica a las demás. En el mercado global se intercambian bienes materiales, diversiones, tecnologías, y también objetos y símbolos religiosos. Todo este nuevo escenario nos plantea hondos interrogantes. Aparecen rutas inéditas. Son asuntos que preocupan tanto a las ciencias humanas como a las lecturas hechas desde la fe (y éstas son alimentadas por las primeras).
El terreno de las religiones es accidentado y disparejo. Caminamos con dificultad. En medio de ambivalencias y obstáculos, existen rutas abiertas hacia Dios. El fecundo dialogo entre la fe cristiana y otras religiones ofrece nuevas comprensiones de la Presencia amada por todas las formas de creer. También reapreciamos nuestra Tradición judío-cristiana, que da inmensos aportes al dialogo, no desde poderes sociales ni desde lo dogmático, sino desde la humilde verdad de Dios que opta por la humanidad pobre.
Por otro lado, existen obstáculos y senderos intransitables; la condición humana y el medio ambiente es afectado por fuerzas destructoras y por falsos dioses. José Comblin ha subrayado lo idolátrico al interior de las religiones. Algunas rutas religiosas no conducen hacia Dios, sino más bien se desvían hacia idolatrías del poder y del unilateral ego moderno y posmoderno. Ciertas categorías teológicas -que pretenden ser doctrinas inmutables- resultan siendo rutas cerradas, y por eso hay que abrir nuevas pistas teológicas (esto sobresale en los aportes de Luiz Carlos Susin, Mario Pérez, Luiza Tomita, José María Vigil, Marcelo Barros). Por eso, con ojos críticos sopesamos tanto las religiones como nuestras formas de hacer teología, ya que ellas a menudo desfiguran y ocultan las fuentes de la Vida.
Durante los últimos cuarenta años, la teología latinoamericana ha dialogado con la humanidad empobrecida, y ha respondido a sus clamores a favor de la vida. Han brotado y crecido la reflexión indígena, la feminista, la afroamericana, la ecoteología, y otras corrientes. Hoy también se afianza el dialogo con las diversas búsquedas religiosas del sentido de vivir. Ante los fascinantes desafíos del pluralismo religioso en América Latina y el Caribe, la teología de liberación va trazando unas líneas de interpretación. A ello va dedicado éste segundo libro (que forma parte de la serie de cinco volúmenes programados por ASETT).
Al disfrutar los densos capítulos de este libro, la persona lectora va encarando las cuestiones básicas del acontecer cristiano y las religiones. En cuanto a comunidades y personas ¿qué somos, y desde dónde y cómo dialogamos? El Evangelio que opta por la vida no es representado por funcionarios de un cristianismo omnipotente, pero sí lo es por quienes dan testimonio del Evangelio y a la vez se enriquecen al dialogar con gente de otras tradiciones espirituales. En cuanto al terreno del diálogo, no se trata de comparar fórmulas y creencias, sino más bien de contribuir (a partir de diferentes convicciones y símbolos) hacia el bienestar de la humanidad que polifacéticamente invoca a Dios. También hay que encarar modos de caminar juntos -metodologías del diálogo entre religiones-, reconociendo nuestras diferencias, creciendo gracias a ellas, y encarando limitaciones y desviaciones en cada trayectoria religiosa.
A mi parecer, no se trata de hacer una lectura unilateral -desde principios cristianos hacia ambivalentes religiones humanas- ni una lectura dicotómica -en la que lo teológico provendría de la fe, y lo religioso sería un producto humano-. Más bien se trata de mutuas interpelaciones que permiten ahondar la fe de cada comunidad participante, compartir las responsabilidades por la liberación humana, y, también entretejer místicas del silencio y del servicio (que han sido recalcadas por Paul Knitter).
También vamos precisando el sentido y finalidad de la reflexión teológica en torno a las formas religiosas que cultivamos como pueblos. Tomando en cuenta la globalización que asedia las culturas/religiones locales, éstas tienen que ser reconstruidas. A ello contribuye la hermenéutica bíblica atenta al pluralismo social y religioso (como lo presentado por Jorge Pixley y Marcelo Barros). En términos teológicos, la meta no es que las religiones den vuelta sobre sí mismas, sino que cada grupo humano sea fiel a Dios y al prójimo. Como lo propuso Dom Pedro Casaldáliga (al prologar el primer volumen de esta serie de publicaciones): el diálogo entre religiones tiene como objetivo “la causa de Dios que es la propia humanidad y el universo”. Tal causa de Dios conlleva la liberación humana y cósmica.
Entonces, no se trata de religiones que se miran unas a otras y hablan sobre sus asuntos internos. ¡Tal actividad sería narcisista! Tampoco podrían ponerse por un lado la teología de las religiones y por otro lado las teologías de liberación, y conversar entre sistemas conceptuales. Más bien el diálogo que nos interesa es entre personas, comunidades, procesos humanos, entre espiritualidades/religiones, que van orientadas hacia la liberación integral y mundial. Esto es sustentado por los escritos de José María Vigil, y por los capítulos de este libro. Vale añadir que se trata no sólo de una emancipación social, ya que la liberación conlleva vínculos humanos, y orar y contemplar a Dios, lo cual va de la mano con la transformación histórica.
Ahora bien, en nuestro continente ¿qué pasos han sido dados? ¿De qué manantiales brotan vertientes de agua teológica en diálogo con las religiones? Son varios manantiales que aquí sólo los enumero. Por un lado contamos con lúcidos trabajos sobre economía, religión, teología. Franz Hinkelammert, Jung Mo Sung (y otros), desentrañan lo religioso dentro del mercado totalitario. A sus absolutos se contraponen las propuestas del cristianismo evangélico y su Dios de la Vida -sin excluir a nadie ni a nada-. Por otra parte, existe mucha y honda reflexión teológica en torno a la fe y religión del pueblo (desde los años 80 hasta el presente). Esto incluye discernir, gracias al Evangelio del Amor, los caminos religiosos de la humanidad; como lo hace M. Barros en forma orante e interpeladora: los muchos lenguajes y una única Palabra: Amor. Para el caso de América Latina, con su gama de religiones cristianas y sincréticas, el diálogo inter-religioso da prioridad a dichas realidades.
En cuanto al renovador movimiento bíblico, no sigue pautas sectarias y dogmáticas, y -entre otras cosas- está redescubriendo lo religioso y las religiones. Aquí sobresale la labor de biblistas feministas. Con respecto a la historia, CEHILA y otras instancias han cambiado sus enfoques. Lo de las iglesias es ampliado hacia la fe y religiones en la historia de nuestros pueblos. Otro gran factor ha sido la mística y propuesta macroecuménica, explicitada por Casaldáliga y por Vigil. A fin de cuentas, lo más importante es cada una de las nuevas corrientes teológicas del continente: la indígena, feminista, afroamericana, ecoteológica. Cada una tiene su metodología y sus contenidos. Hay puntos en común debido a relaciones con las fuentes de Vida, de parte de comunidades creyentes al servicio de la humanidad que redescubre sus energías culturales y espirituales. Por lo tanto, de muchas maneras se ha ido avanzando en la teología del pluralismo religioso (tomando en cuenta logros en la reflexión anglo-sajona, pero sin trasplantarlos a nuestros contextos).
Gracias a ese conjunto de manantiales, han brotado y crecido buenísimos frutos y amables flores, en medio de espinas. Ello es anotado y argumentado a lo largo de los capítulos de este libro. Se hace una lectura teológica de las religiones, que son en parte mediaciones de vínculos con lo Sagrado. Ellas también conllevan fundamentalismos, intolerancias, idolatrías.
A continuación recalco grandes cuestiones abordadas en este libro: universalidad de la Revelación, el monoteísmo cristiano, la teología de la salvación, la obra de Cristo, nuestras lecturas de las religiones.
La revelación cristiana tiene un significado universal reconocible en las religiones y más precisamente en la corporeidad y vida del “otro”, donde Dios se nos manifiesta (como lo indica Luiz Carlos Susin). Esta perspectiva es universal y concreta; por eso Mario Pérez habla de Dios en lenguaje totonaco y nahuatl, y reconoce una presencia divina en el pueblo tolteca y su creencia en Quetzalcoatl. Por su parte, un presbítero católico, Paulo Botas, participa en la religión afro-brasilera donde se encuentra a Dios.
Otra gran cuestión es el monoteísmo cristiano. Este monoteísmo no está circunscrito a una religión; más bien afirma el verdadero Dios, liberador del pobre -como anota José Comblin-. Tal comprensión de Dios es incompatible con el patriarcado y con pautas sexistas y racistas -como advierte Luiza Tomita-. Varios capítulos del libro sacan a luz factores políticos y filosóficos que condicionan el discurso monoteísta; y también la problemática fundamentalista que le suele acompañar. Por estos y otros motivos, con una mirada crítica es examinado el monoteísmo, y de modo positivo, es reafirmada la Trinidad del amor liberador, según la tradición cristiana.
En cuanto a la teología de la salvación, ésta es histórica y también conlleva sanación personal, cuidado de la Tierra, y la plenitud de la vocación humana (según lo anotado por Marcelo Barros). Únicamente somos salvados en el Amor; y no lo somos por una religión tradicional ni por absolutos y dioses modernos. En cuanto al cristianismo, no ofrece un bienestar sectario a sus integrantes, sino que constituye un signo eficaz de la vida que proviene de Dios -como ha subrayado José Comblin-. Hay que tener presente que la salvación no proviene ni del cristianismo ni de las religiones.
Esta perspectiva permite reconsiderar la persona y obra de Cristo. Se camina más allá del parámetro inclusivista y cristo-céntrico (en función de algún poder religioso). Más bien, somos fieles al acontecimiento de Cristo, vivido en la Iglesia, al servicio de la humanidad. Al respecto algunos ven la teología Latinoamérica subordinada a fórmulas rígidas e inadecuadas. No ocurre así en la reflexión feminista, reseñada por Luiza Tomita, ni en el orante y lúcido aporte de Marcelo Barros (que cariñosamente dice que discute con Dios, cuando de hecho discute con quienes manipulan lenguajes cristocéntricos).
En cuanto a la teología del pluralismo religioso, ello requiere primero un dialogo intra-cristiano, y en lo concreto de América Latina nos conviene seguir sopesando los muchos cristianismos existentes en nuestro continente. Luego prestamos atención a la palabra y al Espíritu muy presentes en otras religiones -como indica M. Barros-, desenvolviendo en términos teológicos lo ya vivido y comprendido en comunidades indígenas y afroamericanas, y también en la praxis feminista. A todo esto contribuye el dialogo al interior de las personas y comunidades que han inculturado e inreligionado la fe cristiana. Además, la lectura teológica de las religiones desentraña lo idolátrico no en la religiosidad sino cuando una religión pasa a ser un fin en sí mismo (como lo ha advertido J. Comblin).
Otras grandes cuestiones, sólo esbozadas en este libro, son la pneumatología, y las precisiones cristológicas en términos del Espíritu que afecta toda sociedad, cultura, religión humana. Otro eje es la soteriología y la ética, subrayadas por J. M. Vigil. El dialogo entre religiones y espiritualidades va dirigido hacia la responsabilidad ética mundial que está, según la mística del Evangelio, en sintonía con la opción por el pobre.
Otra gran temática es la de los lenguajes de la fe; en este libro es subrayada la relación con el otro, lo testimonial, la metáfora, el símbolo. En cuanto a lo dogmático, vale reafirmar el lenguaje de la Trinidad, que fundamenta el pluralismo. También vale el lenguaje apofático que -según decía M. T. Porcile- “rescata la perspectiva simbólica”.
No cabe duda que tenemos maravillosos y exigentes desafíos hacia adelante. El volumen siguiente va a replantear la liberación gracias a la pluralidad de formas de fe. Nuevos caminos son transitados, en la teología latinoamericana, cuando la fe cristiana avanza de la mano con las diversas religiones y espiritualidades humanas. Esto no es un invento nuestro. Ya que Dios ha estado presente y continua caminando con los pueblos de la tierra (con su gama de responsabilidades históricas, culturales, religiosas), así también van avanzando las elaboraciones teológicas.

 

   
 
Diego Irarrázaval
Presidente de ASETT,
Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo.
Chucuito, Perú /Santiago de Chile

 

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