Epílogo de Diego IRARRÁZAVAL:
Pluralidad en las teologías

Por los muchos caminos de Dios - III
Teología latinoamericana pluralista de la liberación

 

   
 

Crece la oferta y demanda de bienes sagrados en América Latina -como en otras regiones del planeta-. Parece que uno transita por un mercado de religiones y espiritualidades. Éstas realidades han ingresado en la labor teológica atenta a cada búsqueda humana con sus luces y sombras.
A la modernidad globalizada cabe exigirle que sea pluralista (ya que ella misma se lo propone); sin embargo abunda la discriminación y pugna entre diversos modos de vivir. También uno desea que diferentes espacios religiosos y eclesiales puedan convivir entre sí, superando tanta intolerancia y fundamentalismo.
Desde hace años las teologías de liberación dialogan con las religiones y comienzan a ver lo positivo de la pluralidad, y sintonizan con anhelos de la humanidad que ha desarrollado identidades y proyectos de vida.
Este libro puede ser considerado como una convocatoria; no presenta un tema a ser digerido por las personas lectoras (y esto sería todo). Más bien, este volumen y los que le preceden , despiertan el buen apetito, e invitan a saborear una temática controvertida. Se trata de una propuesta que llena los pulmones con aire, y permite respirar hondo y dar pasos hacia adelante.

1. Una propuesta de largo aliento
Las teologías generadas en América Latina y el Caribe han descubierto el derecho y deber de ser plurales. Esto forma parte de la ciudadanía moderna, y también ello enriquece a las iglesias. Sin embargo, la cultura hegemónica favorece formas de coexistencia que de hecho marginan al otro y la otra. Por eso es necesario reconstruir la pluralidad. A las comunidades creyentes nos cabe contribuir a la fecunda interacción entre realidades diferentes, de modo que se ponga fin a asimetrías que más perjudican al pobre. Así se apuesta a la vida plena, que da preferencia a mayorías empobrecidas y a cada ser viviente en la tierra.
Nuestro afán por la pluralidad proviene de corazones e inteligencias latinoamericanas que sienten a Dios de modos nuevos.
Como lo indica Perla Machado:

«Creo en la energía que proviene de tu Gracia,
que irrumpe en todo el universo.
Creo en la fuerza que me acompaña
y que me ayuda a transformar esta realidad...
Creo que vives en mí, en el otro, en la otra,
en los otros, en las otras.
En mí que soy mujer, que soy yo y que soy tú.
En ti que eres ella, él, nosotros, nosotras».

Perla Machado nos convoca a un universo articulado con el afán transformador, a una espiritualidad de la mujer diferente a la del varón, a lo subjetivo entretejido con construcciones colectivas, a pensar la presencia divina como íntima y universal. Todo esto abre los oídos a la polifonía de la teología de liberación. Sus sujetos y contextos son plurales; y asimismo lo son las hermenéuticas, prácticas cotidianas de la fe, e imágenes de Dios.
Sin embargo, la civilización moderna es tramposa; ella dice aceptar diferencias, pero de hecho uniformiza a pueblos fragmentados. Ella difunde esquemas hegemónicos y sectarios: ya sea en la economía mundial carente de equidad, o bien en medios de comunicación sumamente discriminatorios, o en ámbitos creyentes y teologías arrogantes. Estos esquemas nos hacen muy difícil practicar y pensar la pluralidad.
Nos damos cuenta de que el quehacer latinoamericano durante siglos ha discriminado lo afro, lo indígena y lo mestizo, la fuerza y sabiduría de la mujer, el acontecer de las juventudes. Éste gigantesco drama social también es un escándalo teológico, ya que es negada la polifonía de seres vivientes que alaban al Creador. Son descalificadas las rutas del Amor suscitadas por el maestro de Nazaret. Tal drama también ha afectado la teología que se dice renovadora; escasamente dialogamos entre diferentes grupos culturales y religiosos, diferentes realidades de género y de generaciones.
A pesar de estos fuertes vientos en contra, va avanzando una teología cristiana pluralista de la liberación. En este sentido se desenvuelven los aportes reunidos en este libro. No es un adaptar la fe al pluralismo religioso; ni que éste sea yuxtapuesto al cambio histórico. Más bien, con una perspectiva pluralista se perfilan teologías de la liberación. Ofrezco mis anotaciones sobre bellos desafíos y también dificultades que hay en este modo de pensar la fe cristiana; sumándome a preocupaciones sobre el acontecer contemporáneo en tierras, culturas, y espiritualidades latinoamericanas.
En otras latitudes se ha elaborado teología «de» las religiones o bien del diálogo inter-religioso; este enfoque Noratlántico es diferente a modos de trabajar desde el Sur. Aquí hemos privilegiado la solidaridad con el pobre (sus culturas y religiones) y todo afán por la vida. No contamos con formulas acabadas ni con asuntos indiscutibles. Más bien, las humildes búsquedas de la verdad son las que llegan lejos. Las buenas teologías cristianas son relevantes a cada pueblo, cultura, espiritualidad, proyecto humano. Ellas están atentas al Espíritu de Vida que hace maravillas en los diversos lenguajes y sensibilidades humanas. Hoy transitamos por un cambio de época, y es admirable la pluralidad de búsquedas y procesos de fe.

2. Actitudes hacia la pluralidad
En primer lugar hay que encarar la biodiversidad en la naturaleza, las múltiples lenguas y culturas, los diversos procesos históricos y tipos de convivencia. Éstas son realidades positivas; vale decir, la pluralidad en sí no proviene de errores naturales y humanos, ni hace imposible la unidad. También las diferentes formas de practicar cada fe (incluyendo la cristiana) pueden ser encaradas de manera positiva. A mi parecer, la actitud más básica es valorar lo plural en la creación, el acontecer humano, el caminar religioso y espiritual.
A esto se le suma el discernimiento crítico. En cuanto a lo sagrado, ser tolerantes e interactuar entre vivencias espirituales es muy diferente a ser complacientes ante la oferta y demanda de mercancías (en una especie de supermercado de lo sagrado). Además, con criterios evangélicos se da preferencia hacia lo que da vida (por ejemplo, ritos sincréticos por parte de gente agobiada por enfermedades) y no se asume el relativismo de que toda forma religiosa vale tal como es (con lo cual es legitimada la violencia sagrada).
Estas anotaciones nos conducen a preguntas filosóficas y teológicas sobre principios y modelos. Una visión crítica incluye la sospecha. Ivone Gebara hace memoria de siglos de relaciones humanas leídas desde un fundamento masculino, como principio y pensamiento único. Por eso Gebara y muchas personas reivindican una pluralidad de principios fundadores de la vida. Lo masculino no puede hegemonizar ni absorber lo humano. A mi modo de ver, un modelo es humanizador cuando hay reciprocidad entre diferentes entidades conjugadas a favor de la Vida.
Con respecto a esquemas teológicos, han sido clasificados como excluyente (salvación solo por Cristo y su iglesia), incluyente (otras religiones valen en términos de la plenitud cristiana), o pluralista (diversos tipos de revelación y salvación). Algunos añaden otras fórmulas: dialogo (Teixeira), liberación y humanismo (Balasuriya), síntesis vital (Beriain), simbiosis (Silvia Regina), diálogo soteriocéntrico entre las religiones para el bienestar humano y ecológico (P. Knitter), las religiones como caminos normales de salvación (L. Boff), cada religión es confrontada por el Evangelio (dado que la religión en sí no salva, como anota Comblin), y la salvación en formas seculares ya que fuera de las religiones hay salvación (E. Higuet). A fin de cuentas, lo fundamental es nuestra fe en el Evangelio del Amor (T. Balasuriya). Pues bien, ¿es adecuado el concepto de pluralismo? Sirve para describir y entender hechos; también señala el carácter analógico del lenguaje sobre Dios. Pero prefiero dar prioridad -no a fenómenos y lenguajes- sino a lo cordial y sapiencial. Se trata de confianza en los caminos humanos hacia la felicidad, de simbiosis y sabiduría a favor de la Vida, de dialogar desde la fe en Dios-Amor revelado por Cristo.
También la teología latinoamericana aprecia la pluralidad en y desde la teología. Las religiones revelan algo del misterio de Dios. Cada vez hay mayor claridad en que el Espíritu Santo actúa en todas las formas de creer y vivir (M. Barros), y que ellas son lugares de encuentro con Dios (Silvia Regina de Lima Silva). Por consiguiente, hablamos desde nuestra fe en Dios presente en diversos caminos humanos. A la vez, hablamos de modo plural -desde nuestras diversas comprensiones de Dios- sobre la pluralidad religiosa. Vale decir, desde una fe y pensar plural abordamos los diferentes caminos hacia Dios.

3. Alteridad en la salvación y revelación
Lo que caracteriza a Dios es dicho de varios modos: gratuidad (teología paulina), transcendencia (filosofía), Otro (fenomenología de la religión), amor no patriarcal (perspectiva feminista), vida (pueblos originarios), axé (comunidades afro-americanas). En cuanto a la reflexión cristiana, ella entiende la salvación y revelación como don divino y no como simple obra humana; vale decir: la alteridad. Desde estas vivencias, dialogamos con situaciones y espiritualidades contemporáneas.
Con respecto al mundo globalizado, las teologías generadas en América Latina han confrontado absolutos modernos: el yo-ísmo, el omnipotente dinero, y tanto objeto sacralizado. Estos absolutos ni salvan, ni son revelación. Por eso la adhesión al Dios Vivo implica ruptura con cualquier idolatría; desde la fe en el auténtico Otro, confrontamos cada sacralización moderna.
En estos asuntos valen dos aclaraciones. Por una parte, no estoy reiterando la vieja disyuntiva: religión o fe; que a menudo es usada para descalificar religiones diferentes al cristianismo. Por otra parte, voces latinoamericanas han revalorado lo secular en la sociedad y las culturas. En su capítulo en este libro, Etienne Higuet describe la auto-salvación como idolátrica, valora las formas seculares que hoy recomponen la representación religiosa, y añade: ¡fuera de las religiones, hay salvación!
También la alteridad divina es mejor comprendida desde la corporeidad. Higuet propone una comprensión secular de la gracia y de la encarnación, y sentir la salvación mediante el cuerpo de otro. Wanda Deifelt -con su admirable ensayo «Dios en el cuerpo»- nos mueve a reconocer la revelación en la corporeidad de otro/a, el cosmos, la religión diferente (en base al relato de Agar), y la Iglesia como cuerpo de Cristo. Por lo tanto, la otreidad divina no se refiere al alma fuera de la historia ni a otro mundo ni a una Palabra desencarnada. Muy por el contrario, toda la corporeidad (personal, social, cósmica, eclesial) es donde Dios se hace presente.
A lo largo de este libro, los mayores acentos son puestos en la alteridad espiritual y religiosa. Marcelo Barros inventa el término «otrar», en el sentido de orar desde la otra persona/religión; uno sale al espacio del otro/a sin absorberlo/a sino más bien mediante hospitalidad. José Comblin y muchos otros hemos recalcado que, desde el punto de vista del Evangelio, las religiones no salvan; a lo que vale agregar: Jesús no condena lo religioso en sí, sino más bien polemiza con líderes y gestos sagrados que son autorreferentes. Además, hoy mucha crítica (Boff, Comblin, Balasuriya, y otros) va dirigida a la categoría de sacrificio; éste esquema, presente en muchas religiones, no explica el amor de Dios en Cristo.
La alteridad se encuentra en las grandes categorías cristianas de creación, Espíritu, Verbo, salvación (como anota Leonardo Boff desde el inicio de este libro). Puede decirse que la alteridad cristiana consiste en que Dios ama y así salva y se manifiesta a la humanidad y la creación. En este sentido la alteridad conlleva don y respuesta al don. A la salvación recibida respondemos con la práctica del amor; quien así vive es parte del Pueblo de Dios (Comblin); en cuanto a la misión, consiste en compartir y no en conquistar (Faustino Teixeira); en cuanto a las religiones, ellas valen en la medida que son portadoras del amor.
A fin de cuentas, cabe revisar imágenes y conceptos sobre Dios, a fin de renovar la mística. Esto es planteado por Marcelo Barros y Luiza Tomita en su capítulo «Uno y múltiple. Dios en una perspectiva pluralista». En primer lugar, cabe sopesar los lenguajes que hacen referencia a Dios, ya que suelen reflejar actitudes humanas, como el cosificar y masculinizar lo sagrado. Por eso, al caminar hacia el Misterio para celebrar la presencia de Dios, conviene detenerse a criticar conceptos sobre «dios». Barros y Tomita anotan dos bellos y hondos desafíos: repensar a Dios desde el pluralismo social, cultural, religioso; y a la vez orar desde esta realidad.
En cuanto a nuestros acercamientos a la divinidad, cabe superar posturas excluyentes, y redescubrir el monoteísmo bíblico en el que resalta la Alianza, la Trinidad, la opción divina por el pobre. De este modo, la adhesión a la verdad tiene un sello relacional, y conlleva la solidaridad de la humanidad empobrecida. Aunque a muchos les incomode revisar maneras de entender el monoteísmo, ello es necesario. Así es posible seguir las huellas de profetas del primer y segundo testamento, y sobretodo estar en comunión con el Maestro Jesús. Su testimonio de la Salvación sobrepasa unos moldes religiosos.

4. Del centrismo a la polifonía
La polifonía es una analogía adecuada para Dios como misterio de amor, que se manifiesta a la humanidad donde hay diversas culturas y religiones. Analógicamente es dicho cómo es Dios y cómo es la condición humana. «En diversas ocasiones y bajo diferentes formas Dios habló...» (Heb 1,1). «Oímos hablar en nuestros idiomas las maravillas de Dios» (Hechos 2,11). No se trata de una cacofonía. Puede hablarse de la polifonía de Cristo que «llena todo en todos» (Ef 1,23). Tampoco se trata de yuxtaponer voces multiculturales, lo cual es funcional al orden vigente. Más bien, lo plural es entendido como polifonía a favor de la Vida. Mediante dolores de parto va surgiendo la nueva creación.
Habiendo anotado ese trasfondo, ahora nos detenemos en el lenguaje cristocentrista. Primero cabe preguntar: ¿qué es puesto al centro? ¿Es Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, muerto en la cruz y resucitado? Pareciera que no es tal persona-misterio, ya que los evangelios no lo presentan como autocentrado. Parece más bien que se trata de un esquema latente o explícito que absolutiza el ser cristiano y ser iglesia. Dicho esquema afecta algunas cristologías, sometidas a crítica por Vigil, Barros, Balasuriya y numerosos otros pensadores. La Buena Nueva es la relación de Cristo con su Padre, que salva a la humanidad abriéndole las puertas del Reino de Dios. En vez de un lenguaje excluyente y absoluto, tenemos entidades relacionales y cordiales que descentran y desabsolutizan el cristianismo.
Pues bien, la base (y referencia permanente) es Jesús de Nazaret, profeta e Hijo de Dios. ¿Qué es normativo, y quién salva? Para la comunidad cristiana, Jesucristo es la norma, y es Dios Padre quién le resucita y transforma a la humanidad y la creación. Tal perspectiva no excluye el dialogo inter-religioso sino más bien lo fundamenta (como sugiere Faustino Teixeira). Además, el misterio del Verbo encarnado en Jesús conlleva que Dios nos hace cuerpo de Cristo en su Iglesia (como lo anota Wanda Deifelt). Entonces, en vez de posturas sectarias y desencarnadas (tan comunes en ambientes cristiano-céntricos) tenemos la interacción entre pueblos (con sus espiritualidades) y la corporeidad de la salvación.
Ya que Jesús no ha propuesto la autoreferencia, tampoco lo puede hacer su Iglesia. Como sacramento de la salvación universal, ella hace su misión y a la vez dialoga con otros modos de creer y colaborar a favor de la vida. En la tradición católica, a partir del Vaticano II, se consolida el diálogo inter-religioso, aunque en medio de controversias, idas y venidas. Algo lamentable, por ejemplo, es contraponer verdad-relativismo al explicar el «carácter definitivo y completo de la revelación en Jesucristo» . El acontecimiento normativo de Cristo va de la mano con la universal misericordia divina. Por consiguiente, el diálogo entre religiones no proviene del relativismo, sino de responder a la voluntad divina de salvación de cada uno y todos los pueblos de la tierra. Estando la Iglesia al servicio de dicha voluntad divina, ella reconoce señales y manifestaciones de Dios en diversas culturas y religiones.
Termino recalcando que la polifonía de la salvación está orientada hacia la vida plena. No adhiero a cualquier realidad plural ni a lo plural-en-sí (que tolera la subordinación del marginado al pudiente). Tampoco se sostiene un tipo de pluralismo religioso en el que cada elemento vale igual que el otro. En nuestro contexto latinoamericano, el lenguaje de la pluralidad brota de voces mayoritarias cuyos cuerpos e historias son negadas (Silvia Regina de Lima Silva); en esa corporeidad e historicidad se hace presente el Dios encarnado. Además, comunidades indígenas y afroamericanas son las que oran y celebran de modo más polifónico y pluralista (Marcelo Barros). En el caso de los collas del norte de Argentina, la adhesión a Cristo tiene como marco la fe originaria (Beriain y otros hablan de una síntesis vital). En cuanto a voces feministas, con toda razón recusan un principio único masculino, y se propone la «débil fuerza» del amor (Gebara). Además, la polifonía pone a Dios en el corazón de los acontecimientos; no exalta lo religioso en cuanto tal. A las religiones se les exige ser «parteras de un mundo nuevo» (Garay), vale decir, centradas no en sí mismas sino en la causa de la Vida.
En conclusión, la pluralidad de voces humanas es un hecho positivo en el concierto de la revelación y salvación proveniente de Dios. Esto hace que teologías cristianas en América Latina dialoguen con otros caminos creyentes que conducen a fuentes de sentido y poder sagrado. Algunos distinguen tres posturas: exclusión, inclusión, pluralismo; y hablan de una teología pluralista de la liberación; o bien de teología de la liberación pluralista o desde el paradigma pluralista. A mi parecer, lo mas significativo es ser interpelados/as por la pluralidad y dar razón de la esperanza de una liberación universal. La pluralidad es un hecho y un designio de Dios. La persona y misión de Jesucristo nos muestra, entre otras cosas, que el amor divino no excluye, ni sutilmente absorbe al diferente, ni simplemente tolera muchas religiones. Por eso la meta del caminar interreligioso es la polifonía a favor de la Vida.

 

   
 

Diego IRARRÁZAVAL
Presidente de la ASETT,
Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo.


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